lunes, 21 de julio de 2008

Aquellos tiempos con fronteras

Hace poco he vuelto a revisitar (como mola el verbo) dos pelis que prometen convertirse en una especie de serial sobre el amor, los sentimientos y esas cosas del querer; dos historias que cuentan el encuentro de dos personajes, primero en 1994, tras encontrarse en un tren camino de Viena, y diez años después, en París. Se llaman “Antes del amanecer”, y su secuela, “Antes del atardecer”, y no sé por qué me da la nariz que volverán a retomar a ambos personajes cuando sean más maduros en una tercera entrega, vaya usted a saber dónde. Ambas películas son dirigidas y escritas por Richard Linklater, que no posee una excelsa filmografía, pero que con estas dos ya puede morirse tranquilito.

La primera película cuenta el casual encuentro entre un joven norteamericano y una chica francesa en un tren, camino de Viena. Los dos empiezan a hablar por casualidad y al llegar a la citada ciudad, él le propone que le acompañe hasta el día siguiente, que tiene que tomar un avión de vuelta a los Estados Unidos. Obviamente, surge el amor y la peli nos cuenta el devenir de ambos personajes por una Viena nocturna y hermosa (curiosamente a mí esa ciudad nunca me pareció bella, pero en esta película, pues sí). Es una película compuesta de los diálogos entre los dos personajes y con un final abierto, y un tanto amargo, que dejó a los espectadores de medio mundo con ganas de saber qué les ocurrió a esos dos seres que habían prometido encontrarse de nuevo, seis meses después, en el andén de la estación de Viena.

Y la respuesta la conseguimos diez años después, cuando Linklater, acompañado ahora en las tareas del guión de los propios actores protagonistas, Julie Delpy y Ethan Hawke, nos ofrecen a esos mismos personajes, ya metidos muy de lleno en la treintena, y con muchos de sus sueños e ilusiones rotas, pero recordando aquella noche que fue inolvidable para los dos.

De estas películas he oído de todo: algunos consideran buena la primera y que la segunda es muy cursi; otros, en cambio, consideran lo contrario, que la segunda es madura y la primera una cursilada; y los hay que, finalmente, ponen a caldo las dos, por eso de ser dos personajes hablando y hablando, y que si ñoña, y que si la puta en vinagre. A mí, particularmente, me la pelan todas esas opiniones. Es lo que tiene ser un intolerante de mierda. Que ya, que ya, que hay que respetar las opiniones ajenas, y comprenderlas, y la empatía... ¡Hala vete al Pedrete! En fin, cosas mías. Pero a lo que iba, me gustan las dos, quizás me gusta la última por su tremendo final, quizás la primera tiene varios momentos memorables para recordar, quizás la primera es fresca y joven, quizás la segunda pierde esa frescura. No sé, me enganchan las dos, quizás porque todos, o algunos, nos hubiera gustado alguna vez en la vida, pasar por un momento parecido, o si lo hemos tenido, volver a tener una segunda oportunidad de reencuentro. Y es lo que hace grande al cine, que te da esas oportunidades.

A mí lo primero que me parece admirable de ambas películas, es conseguir engancharte durante tres horas (global del metraje de ambas) con dos únicos personajes hablando y caminando, caminando y hablando. Lo segundo que adoro de ellas es la genial idea de mostrarnos a los mismos personajes pasado el tiempo, ya maduros, olvidados ya los sueños juveniles, las esperanzas, las ambiciones, algo parecido a lo que hiciese Truffaut con su alter ego Antoine Doinel. Pero fundamentalmente me parecen dos historias inolvidables porque todos hemos pasado por un momento parecido en la vida, o eso creo yo: el cortejo, la seducción, el humor para llamar la atención, las sonrisas, las medio verdades y las medio mentiras, y todas las miradas, esas miradas perdidas cuando el otro no observa, cuando uno se siente observado, pero te haces el distraído, disfrutándolo aún más el momento. Todas esas miradas están en ambas películas (si alguno las ve, no se pierda las que suelta Julie Delphi hacia Ethan Hawke subiendo la escalera de su casa, ya casi al final de la segunda).

Y quizás adoro ambas películas porque me hacen recordar los viajes, las ciudades y el tren. Aquellos tiempos felices del Interrail, viajando sin rumbo, de norte a sur, de este a oeste, esos paisajes de maqueta, ese traqueteo cadencioso, esa Europa con fronteras y control de pasaportes, esos trenes italianos cochambrosos, esos trenes alemanes maravillosos, esas monedas de tamaños diferentes y esos billetes de todos los colores que te volvían loco con el cambio, de los miles de liras italianas a la escueta libra esterlina. Ahora todo es homogéneo, no hay billetes de colores ni monedas diferentes, ya no existe el traqueteo, ya no existen los paisajes de maqueta, ahora todo va deprisa, demasiado deprisa: el tren, los viajes, las miradas.





(Pues hala, aquí tienen dos trocitos de ambas pelis)

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ahora confesaré, Gonzo querido, que ambas películas, las dos, me pasaron desapercibidas, y no las vi porque algo había en ellas que me sonaba a pastel.
Y debería haber aprendido. Estuve a punto de perderme la fantástica Fuego en el cuerpo, porque a la vista del cartel, parecía otra cosa...
Así que ahora, a verlas. Pero ya.

begoyrafa dijo...

Yo sí las vi, las dos y me gustaron y no te sabría decir muy bien por qué, quizá porque siempre estaba esperando que pasara algo y sólo al final cuando terminé de ver "antes del amanecer" comprendí que en realidad había pasado todo y no me había dado cuenta.Ahora nos queda esperar "antes del anochecer"
Un abrazo
Rafa
Rafa

Pablo Gonzalo dijo...

Yo las he visto las dos, dos pastelones con mucha nata. No me extraña que tengan un lugar especial en este blog desde el día en que su autor me llevó a ver a Vicki Gastelo.... eeeejemmm. En fin, es simplemente por tocar un poco los huevos, no estan mal.

A mi Viena no me gustó nada. Hacía un frío de narices y los sitios tenían la calefacción a todo meter, así que la sensación era un poco mareante. Fui con una novia adicta al sexo, así que solo me recuerdo haciendo el amor en una habitación con mucho calor y la nariz todavía roja del paseo anterior. Triple pareado, toma ya.

Quién la pillara ahora. Añado.

Gonzalo Visedo dijo...

querido perro enano:

Me resulta contradictorio que alguien hable de pastelones con mucha nata, y luego diga que estuvo en Viena con una novia adicta al sexo haciendo el amor, por no atreverse a decir que estuvo follando como un perro en celo, o como monos desbocaos, o como cerdos, o follando sin parar...

Le perdono la crítica por ser usted, pero no tenga los santos cojones de decirme lo de gastelo (asidua a este blog, oiga, a ver luego como se encara con ella), cuando a usted le gustaron varias canciones y se meaba encima cada vez que a la chica se le veía la tirilla del sujetador...

De todas formas, a mí las dos pelis me gustan, lo llevo con orgullo y siempre estoy dispuesto a usar violencia extrema defendiendo mis gustos, pero no me han pillado el subtexto de la historia, que es mi añoranza por aquellos tiempos con fronteras y policías de fronteras que te pisaban la cabeza mientras dormías en los atestados pasillos de algunos trenes.

Ah, y saludos a Rafa y gracias por su comentario, no se me asuste,a cepto las críticas y solo pataleo a los perros canijos

Yago dijo...

Pues yo no he visto las pelis pero sí he estado en Viena y me encantó.
Fui también con novia, en pleno invierno, con todo nevado, supongo que follaría (muy probablemente menos que Gafotas) y hasta me fui de copas (bastante). Me lo pasé bien hasta los días en que estuve currando por esos lares.

Sr. Gonzo, espero que no me gusten las pelis para poder pegarme con vd. Así suelto adrenalina
:o)

Anónimo dijo...

Pues a mí me gustaron las dos, aunque creo que en la segunda hay un fallo muy gordo, aunque difícil de evitar, y es el dispar envejecer de ambos protagonistas: la Delpy, espléndida, arrebatadora; el Hawke, una piltrafilla. Y es que, para qué vamos a engañarnos, los treintones os ponéis hechos un asco, y para nosotras es la mejor edad.
No conozco Viena, pero París París París París París París.
Y punto.

fritus dijo...

osche, osche...que me he pasao por alto esta entrada Don Gonzo, y no he visto ni una peli ni la otra pero como bocazas que soy aquí me tienes...

La Delphi, o delfi o como sea tiene su punto así tan europea , tan aria ella...yo soy más de morenas por eso...

Pues bueno, que no son mi genero favorito, las comediodramas de amor , pero pa gustos los colores.

Pd.- Mis felicitaciones a Don Ciabogas, debió ser bonito mientras duró, y eso....

Un abrazo a Gonzo y parroquianos

Pablo Gonzalo dijo...

Bueno, veo que soy el único que le da un poco de vidilla a este blog con comentarios a la búlgara.

Lo del subtexto sí que lo había pillado, pero por ahí no veía como hacer sangre, así que me he centrado en sus gustos de adolescente en celo.

Yo también me acuerdo de esos tiempos entrañables, y del interrail que nos hicimos el hortera del colmillo (yago para los amigos), otro amigo y yo.... y especialmente del forro polar que vistió el tercer amigo durante todo el viaje y al que nos referíamos en los últimos días como "cerdo polar" por la mierda que había acumulado. También de otro viaje de trescientas horas que acabó cruzando el estrecho de Mesina en un tren cochambroso a las cuatro de la mañana rodeado de seres sudorosos, y como al dia siguiente al bañarse en el agua azul de lampedusa se setía uno renacer.

Entonces y ahora siempre me ha puesto más los hombros, que la tirilla. Y sí, llevo un par de canciones tuyas en el mp3, Vicky, si me escuchas, que lo sepas!!!

Respecto a mi exquisito vocabulario, siempre he pensado que recurrir a palabras gruesas de contenido sexual no esta mal, pero no tiene gracia, ni mérito ni interés, ni es original. Esto aparentemente es guay, provocador, macarra, revelde, rompedor y supercool, pero en el fondo revela falta de ideas y poco fondo de armario en el cerebro. Lo cual no quiere decir que mi pareado sea nada del otro mundo.

Una que también está muy bien es la de Kun Fu Panda, ahí si que tienes una historia de sentimientos profunda. El cartel engaña, no se dejen líar.

Gonzalo Visedo dijo...

por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con la trendy de bea, o la peluquera galvanoplástica, ya que, efectivamente, el Ethan Hawke está hecho un tirillas y un asco, aunque a mí siempre me cayó algo gordo... En cuanto a los treinteañeros, pues puede ser que tenga razón, pero yo desde luego ligo ahora más que a los veinte... Aaaaaaaaah, si tuviera el cuerpo de los veinte, con este cerebro privilegiado que poseo, no sé, sería una especie de superhéroe

Por cierto, me congratulo, o nos congratulamos, peluquera trendy y cool, que haya vuelto a la blogsfera usted y sus laspeluquerasmeodian(http://www.laspeluquerasmeodian.com) que recomiendo aquí a mis fieles y escasos lectores... Es el blog de una rubia peculiar, estilo Delpy, que se dedica a dar leña al mono, pero de manera divertida y que a veces se pone sentimentalona ella, aunque le mola hacerse la dura tipo western.

Efectivamente, gafotas, menos mal que está usted para darme caña, pero decir follar no es cool, es una cosa de sensatez... A mí lo de hacer el amor, como frase, siempre me ha dado mucha grimilla, incluso escribirla. Y teniendo esa foto de perro enano, aún quedaría mejor fornicar, o como diría el inmortal Pepe, darle matarraque.

Gonzalo Visedo dijo...

perdón, macarraque... se me escapó la t de tadeo