miércoles, 23 de julio de 2008

El horror, el horror

"Si este año no capturamos a Karadzic y Mladic, iré yo misma a buscarlos”. Estas palabras de impotencia salieron de la boca de una corajuda, tenaz y épica fiscal italiana llamada Carla Ponte. Era su grito desesperado intentando llamar la atención al mundo entero sobre la impunidad de los criminales de guerra serbios y, en especial, de Radovan Karadzic, el último carnicero. Y esta admirable mujer al final tuvo que desistir y dejar su cargo, frustrada ante la falta de colaboración de los que tenían que capturarle, y de un mundo que miraba hacia otro lado, tras la barbarie sucedida apenas una decena de años atrás, a las puertas de aquella civilizada e innoble Europa, que olvidó muy rápido que los monstruos existen, y que contra ellos sólo queda luchar.

No tengo ni idea de cómo han capturado a este cabrón con pintas, ni idea si ha sido de chiripa, o si el gobierno serbio europeísta se ha puesto las pilas para poder cumplir con el deseo de pertenecer al grupo selecto de civilizados que dictan peculiares directivas. No lo sé, pero le han pillado. Un malparido menos, ahora sólo falta que cojan a esa otra bestia parda llamada Mladic, ejecutor material de la matanza de Srebrenica. Quedan más criminales sueltos por allí, entre ellos también algún que otro croata genocida, que los hubo también, pero masacrando serbios en la Krajina.

¿Y qué se me ha perdido por aquellas tierras? Hubo un tiempo en que el destino de mi vida se cruzó con el destino de esa zona del mundo. Alguien a quien quise mucho, y a quien quiero pese a lo llovido, pasó varios años allí, intentando reconstruir ese país herido profundamente por el odio étnico y la guerra. Y recuerdo las cosas que me contó, historias que vio en primera persona, o que le contaban algunas de las personas, la mayoría ancianos, a las que trató de ayudar tras la guerra. En especial, recuerdo la historia de un hombre al que le estalló una mina anti persona en su jardín, colocada por el vecino de toda la vida, que vivía junto a él, pero que era de otra etnia diferente a la suya. Personas supuestamente normales que besan a la mujer, acunan al niño, ayudan a la madre, y se manchan las manos de sangre, cuando el odio reclama su parte en esta feria que es el mundo.

Pero no fueron aquellas historias de esta persona querida, o las imágenes de los telediarios de la época, lo que me hicieron concienciarme de lo allí sucedido. Lo pude palpar de cerca, lo pude intuir, lo pude ver. Allí estaba plasmado ese horror, en aquellas casas bombardeadas, en aquellos agujeros de bala que horadaban las fachadas, en aquellos techos quemados. Y lo contemplé cruzando aquel hermoso país, rumbo de aquella persona querida, que eligió quedarse, curando heridas difíciles de cicatrizar.

Y al recordar aquello, al recordar aquel paisaje, siempre me vienen a la mente las desoladoras palabras de Kurtz a su asesino, en pleno corazón de las tinieblas: el horror, el horror.

2 comentarios:

fritus dijo...

Gran noticia la detención de este criminal...
Recuerdo un documental que vi por TV hace muchos años, en el que aparecían testimonios de la guerra, y he de confesar que más que las imágenes de tiros, explosiones y cementerios, lo que realmente me impresionó fue una entrevista a un tipo, que no tendría mas de veintipocos años, que contaba que trabajaba en una emisora de radio cuando empezó todo el lío ( ahora no recuerdo si era serbobosnio, croata, bosnio musulmán , en fin, era un ser humano que es lo que importa...) a lo que iba. El tipo cuenta que entraron un día unos militares a tomar la emisora de radio, y un soldado le encañonó, sin disparar, en plena cara....y cuando siguió ( en un estado de pavor tremendo, supongo) con la vista el cañon y miró al tipo, vió que el soldado había sido su compañero de pupitre en el colegio durante años.Eran de "etnias" diferentes, pero lo que de verdad me gustó fue la frase que dijo el tipo..."Yo nunca había reparado en eso,en la diferencia cultural. Erámos amigos, ibámos juntos a clase, al mismo equipo de básquet". Supongo que esta mierda son las guerras civiles.


Un abrazo muy grande, Gonzoman

Anónimo dijo...

La tragedia de los Balcanes es una de esas vergüenzas que Europa tendría que arrastrar por los siglos de los siglos. Yo todavía no entiendo cómo se permitió (cómo permitimos, porque una nunca sabe cuánta responsabilidad tiene, aunque sea diminuta, aunque sea la de salir a la calle y pegar gritos) que aquello sucediera.
El horror. Sí, el horror, que está agazapado en el corazón civilizado. Y eso sí que es pavoroso.