jueves, 27 de marzo de 2008

Como el sol

Estoy cicatrizando heridas, literalmente hablando, y al mismo tiempo intento concentrarme en la historia que tengo que escribir, en satisfacer un gusto distinto al mío, porque es lo que tiene el oficio. Estoy dilatando el momento de ponerme a ello, buscando distracción en otro sitio, pensando egoístamente en escribir algo para mis 101 historias. Quiero hablar de Azcona, el guionista por antonomasia, pero odio los obituarios; o de Minghella, el hombre que nos regaló la obra más desgarradora de los últimos diez años (an earth without maps), pero sigo odiando los obituarios y no sé qué decir, así que sigo ahí, perreando con la pereza, estirando el momento de ponerme a la tarea, y los jodidos puntos que siguen tirando, y yo perdido.

Entonces echo un vistazo al correo electrónico: el Festival de Medina del Campo me pide que vote por los video-clips seleccionados para el concurso de este año. Y pienso en mi proyecto de cortometraje presentado, esperando que no crean que me he vuelto loco con eso de irme a una montaña muy alta a contar una historia sobre el bien y el mal, sobre enemigos ancestrales a los que, en el fondo, les une más de los que les separa. Y siguen tirando los jodidos puntos, y tengo que ponerme a escribir, me quedan pocos días para presentar lo que tanto tiempo llevo esperando, aunque sea para otro. Tengo que concentrarme, ponerme a ello, pero finalmente me pongo a ver video-clips, aunque detesto la mayoría, harto de grupos que cantan en inglés y que se creen Radiohead, pero vamos, con tal de no ponerme a lo mío soy capaz de rapear y ladearme una gorra.

Y veo a Marlango, la voz suave de Leonor Watling, y voto porque me parece bonita la canción y su voz; y ahora veo a un tipo disfrazado de vaca cantando en catalán, y me llama la atención, y le voto, quizás por la coreografía final que me hace gracia. Y veo dos o tres más, ya más guays, y paso y corto, y me digo “¡venga ya!, a escribir, joder”. Sabes que sólo hay que ponerse un poco, enseguida estás metido en la historia, y una vez en ella, ya nadie te saca de ahí, ya todo se olvida, ya nada más existe: ni teléfono, ni amigos, ni el resto de tu vida. Pero todavía lo aplazo un poco más, porque veo un comentario en uno de los video-clips que dice algo sobre una bella voz y sobre un muñeco, y me llama la atención y entonces lo descubro.

Unos ojos de mujer, lánguidos, que miran hacia abajo, de manera tímida. Esa misma mujer con un vestido de volantes, como una niña perdida, y su sombra proyectada sobre un fondo blanco, de donde sale una muñeca chinesca, con cara asustada, solitaria, moviéndose por una ciudad grande, triste, de miradas amenazantes. Y camina sin rumbo fijo, perseguida por una sombra, entre coches, entre farolas, en la noche, en el día. Y llega hasta una flor marchita quemada por el sol, y grita desesperada, asustada. Y entonces la muñeca, en un gesto épico, pone la mano sobre la flor, la protege del sol como si fuera su propio hijo, y el sol desaparece y todo empieza a florecer, y la muñeca se transforma en sombra, y de nuevo regresa donde la mujer de mirada triste.

Emocionado ante esta pequeña joya, indago curioso. Entonces descubro a su compositora, que comenta en una entrevista que se sentía sola en la gran ciudad, movida por su gran pasión, y que como toda pasión (en este caso la música) le hacía dirigirse por un camino distinto al de los demás, y que esa pasión hubo un momento que la hizo quedarse muy sola, alejada de los suyos, y que se sentía muy desgraciada por ello. Así que tomó una decisión, la única posible, la única que le removía desde niña, la que a veces le quemaba como el sol: dejarse llevar por esa pasión, pero alzando la mano, protegiendo lo más querido por ella, sus canciones, de ese sol que en ocasiones abrasa. El mismo sol de aquel desierto de Minghella, el mismo que supo usar sabiamente el gran Azcona... Aún tiran los puntos, pero ya puedo ponerme a escribir.

martes, 18 de marzo de 2008

La voz

La mano del soldado acaricia el trigo de un campo, con el sol calentando su agotado rostro, mientras una voz, el lamento hermoso de una mujer, se escucha de fondo. El soldado recuerda su lejana tierra antes de empezar la batalla, anhelando volver a ella después de guerrear por medio mundo conocido. Y su épica historia es subrayada por una voz desconocida para todos nosotros, a lo largo de todo el metraje, hasta el clímax final donde canta algo que todos deseamos ser alguna vez... “Now we are free”.

Fue hace años, yo entré a disfrutar de una peli del gran Ridley Scott, que se atrevía a rescatar de las cenizas el viejo péplum. Y me gustó la historia del general que se convertía en gladiador, y me encantó la primera parte de aquella historia, la batalla en la lejana Germania, los gestos del soldado antes de luchar, acariciando la tierra que le podía ver morir; y vi al gran Richard Harris antes de palmarla, y al gran Oliver Reed en plena forma, pero que aparecía como un fantasma porque ya la había palmado. Y me gustó la peli, aunque su final me decepcionó más que su gran arranque, quizás porque no me gustan los finales solemnes, y los discursos me sobran en el cine, salvo que los escriba el gran cocainómano Aaron Sorkin. Pero en mi cabeza no dejaba de repetirse la triste y desgarradora voz de aquella mujer.

Y me puse a indagar, ávido por descubrir quién era la poseedora de semejante torrente de emociones. Y entonces supe que ya había hecho cosas para otros compositores de bandas sonoras, y que su voz salió en la gran “El dilema” (The insider) con un tema llamado “Sacrifice”. Y averigué que fue durante años la vocalista y compositora de “Dead can dance”, grupo que perteneció al mítico sello 4AD, del que también formaron parte “Cocteau Twins” o “This mortal Coil”, con los que también colaboró.

Y desde entonces me acompaña constantemente, sobre todo cuando me siento a intentar juntar unas palabras que compongan una historia. Su voz, ya sea en inglés, gaélico o arameo, te hace evadirte de cualquier cosa que te disturbe, te saca de esta realidad absurda para llevarte a otra plagada de emociones. He escuchado todos sus discos, sus colaboraciones en el cine, donde enseguida son reconocibles sus susurros, ya imitados hasta la saciedad. Pero ella es la única, es una voz que no es de este mundo. Dicen algunos que verla en directo es todo un desafío incluso para los más duros, que resulta difícil no dejarse llevar, no romperse por dentro y conmoverse hasta el fin, con ella, con la voz que acompañaba la mano del soldado que mecía el trigo.




domingo, 9 de marzo de 2008

Joseba el de Pasaia

Lo han vuelto a hacer… Parece ser que en este país no podemos ir a votar sin sangre de por medio, sólo que ahora en vez de iluminados que confían en un paraíso con vírgenes, han sido los iluminados de siempre, los que confían en un paraíso con potes, que no están mal, sino fuera porque nos lo quieran imponer. Esta vez se han cargado a un ex concejal, que era sencillote de cargárselo, claro, y lo han hecho delante de su hija y su mujer, como lo han hecho centenares de veces más, es lo que tiene conseguir el paraíso poteador. Y es triste leer en la prensa que la plaza del ayuntamiento estaba lleno de políticos y periodistas, mientras en las calles adyacentes la gente estaba de potes, a pocos metros de la capilla ardiente de Isaías Moreno, pero eso es Euskadi, una zona donde se vive muy bien, pero que no está permitido pensar diferente, todo ello en la Europa democrática del s.XXI. Y es muy triste comprobar que los mismos que cuelgan pancartas contra el hambre y la pobreza en el mundo, son los mismos que cuelgan pancartas a favor de los nazis iluminados. O más triste aún que en un estadio de fútbol, donde por primera vez se rinde un minuto de silencio a una víctima de ETA, se quede en ocho segundos porque un sector del público no lo permite.

En fin, el lado oscuro de mi ser se revuelve con este tema desde hace mucho tiempo. Me revuelve ver que la gente no pueda opinar con libertad, me revuelve y me encabrona el matonismo y la chulería de esa gente, me revuelve ver a gente valiente capaz de ir a un ayuntamiento para cumplir con su trabajo, pero acompañados de guardaespaldas. No, España no es todavía una democracia plena, lamentablemente. Aún así hay que ir a votar, seguir firmes y no dejarse amedrentar. Lo más oscuro de mi ser tendría ganas de hacerles cosas muy feas a todos estos mongoloides entxapelados, a estos hijos de puta malparidos, a estos cretinos fundamentalistas, a estos gudaris de la señorita Pepis, pero uno cuenta hasta diez, y piensa que no merece la pena ser carne de trena por estos tipejos/as, que sean ellos carne de trena y mártires de su causa poteadora.

Este blog se creó para contar historias, y trato de mostrar mi forma de ver las cosas a través de las historias. No quiero hacer comentarios en primera persona, pero hay veces que uno no se puede aguantar. Seguramente me vuelva a ocurrir, aunque espero que no. Así que para responder a estos señores que se agrupan para ladrar consignas peculiares, siempre con el entrecejo fruncido, con caras de tener un eterno ardor de estomago, viviendo en un odio constante hacia todo lo que no representa a ellos mismos, les voy a brindar una historia, de hecho una historia cómica, o un sketch que escribí hace tiempo para intentar conseguir un curro de guionista. La prueba consistía en hacer algo cómico en referencia al tema vasco. Yo soy muy malo haciendo de reír, y no tenía ni puta idea de qué se podría hacer gracioso con ese tema, no tengo el talento de esos genios de “Vaya semanita”. Entonces me acordé de un libro muy interesante que leí una vez sobre el mundo de ETA, en concreto sobre la vida diaria de los terroristas. Lo escribió un periodista llamado Florencio Domínguez. El libro se titula “Dentro de ETA” y en él te cuenta la vida cotidiana de estos señores: sus miedos, sus pasiones, sus costumbres, sus paranoias, y un montón de anécdotas, algunas de las cuales resultan incluso tristemente cómicas. Una de ellas hacía referencia al carnicero Urrusolo Sistiaga, tristemente conocido por todos nosotros. El personaje en cuestión era en sí un personaje dentro de la organización, y una vez tuvo que hacer una llamada a un teléfono establecido para emergencias. En esa ocasión, Joseba el de Pasaia, que así era conocido Urrusolo entre los suyos, comunica a la dirección que han detenido a un miembro del comando Ekaitz. Lo que me hizo gracia de la anécdota es que Urrusolo no recordaba el nombre de “el nuevo”, que llevaba con él tres meses y que había participado en cuatro asesinatos. Vaya jefe, oigan. En fin, es una mierdecita de sketch, pero les dejo a todos ustedes con "Joseba el de Pasaia".

JOSEBA, aspecto de tipo duro, llama desde una cabina. UNA MUJER JOVEN, junto a él, mira a uno y otro lado, vigilante.

SEÑORA(En OFF): ¿Sí?

JOSEBA: Soy Joseba, Joseba el de Pasaia.

SEÑORA (en off): ¿Cómo?

JOSEBA:¡Soy Joseba, hostias, Joseba el de Pasaia!

SEÑORA(en off): Espere que cambio el auricular de oreja, es que de este oído no oigo muy bien.

JOSEBA:¡Pero qué cojones...!

SEÑORA(en off): A ver, ahora.

JOSEBA: ¡¡¡Que soy Joseba el de Pasaia, coño!!!

SEÑORA(en off): Ah, muy bien..., yo soy Margarita, encantada.

JOSEBA(Perdiendo la paciencia):Jooooder... Oiga, señora, comunique que la policía ha detenido a... (Chasqueando los dedos a la compañera) ¿Cómo se llama el nuevo?

MUJER JOVEN: Fernando Díaz torres.

JOSEBA: ¡Fernando Díaz torres!

SEÑORA(en off): ¡Uy, vaya por Dios!, ¿y qué ha hecho?

JOSEBA: ¿Cómo que qué ha hecho?... ¿No es éste el teléfono de emergencia de Mikel?

SEÑORA(en off): Sí, es mi hijo, es que no está.

JOSEBA:¿Pero cómo que no está?... ¡Si esto es el teléfono de emergencias!

SEÑORA(en off): Creo que ha ido a un concierto de “La oreja de no sé quién”. Luego iban a quemar un autobús, ya sabe como son los chicos.

JOSEBA: ¡¡¡Pero cómo que a un concierto!!!... Oiga, señora...

SEÑORA(en off):¡Margarita!

JOSEBA(Conteniéndose):Margarita, tiene que trasmitir a la organización lo que ha pasado.

SEÑORA(en off): Yo si quiere cojo el recado. A ver, voy a por un lápiz...

JOSEBA(Flipando): Va a por un lápiz.

SEÑORA(en off): Ya lo tengo, dígame.

JOSEBA: Que han detenido a...

MUJER JOVEN: Fernando Díaz Torres.

JOSEBA:¡Fernando Díaz Torres!..., Oiga, señora, y lo que es más importante, dígales que llevaba consigo el décimo de Navidad.

SEÑORA(en off):¡Uy, pues ya verá como le toque!

JOSEBA: Por eso, señora, trasmítalo.

SEÑORA(en off): Nada, yo se lo digo a mi hijo. Agur, agur.

JOSEBA: Hala, agur...(A la MUJER JOVEN)¡Nos vamos a la mierda!, te lo digo yo.

(A Isaías Moreno y al resto de víctimas de los iluminados)


domingo, 2 de marzo de 2008

Imaginen

Imaginen ver la vida a través de un pequeño visor, desde una solitaria ventana a la que poder asomarte, mientras el resto de ti permanece quieto, inmóvil, en estado vegetativo.

Imaginen que en la plenitud de tu vida, cuando todo viene de cara, cuando todos te quieren, cuando todos te respetan y admiran profesionalmente, cuando estás en la cima desde donde contemplarlo todo; imaginen entonces que el caprichoso destino, o el azar, decide atraparte en una escafandra donde tu conciencia es total.

Imaginen que para huir de esa escafandra uno debe resignarse, o aferrarse, a tan sólo dos herramientas fundamentales: la imaginación y la memoria.

Imaginen que para comunicarse con el mundo debes usar ese pequeño periscopio, haciendo un clic para decir “sí”, o dos clics para decir “no”.

Imaginen que una ortofonista, de sonrisa infinita, te enseña a utilizar un método rudimentario con el que poder hablar, leyéndote pacientemente todo el alfabeto, ordenado por las letras que más frecuentemente se usan, y clicando con tu pequeño visor cada vez que encuentras la letra adecuada con la que formar una palabra.

Imaginen que las primeras palabras que deseas expresar con tu ojo son las de “quiero morir”.

Imaginen que tras dominar ese lenguaje, y el lógico deseo de morir, decides regalar al mundo toda una experiencia de supervivencia y superación en forma de libro.

Imaginen que el sentido del humor es la única forma de poder seguir adelante, ante unos hijos que ven sólo a una parte de papá.

Imaginen viajar por un museo con tu imaginación, por paisajes africanos, por playas exóticas, imaginen una cena con una mujer hermosa, imaginen besarla en la playa, imaginen un viaje a Lourdes buscando sexo en vez de un milagro.

Imaginen a un padre anciano, también incapacitado, al que visitaste antes de entrar en la escafandra, que se sintió reconocido cuando terminaste de afeitarle, porque todos buscamos reconocimiento; imaginen a ese padre incapaz de decirle por teléfono dos palabras seguidas a un hijo silente.

Imaginen que esas palabras construidas pacientemente con guiños se convierten en todo un éxito de crítica y público.

Pero será mejor que no imaginen, simplemente lean o vean “La escafandra y la mariposa”.