miércoles, 13 de mayo de 2009

El trabajo os hará libres (Arbeit macht frei)*

*(Frase que adornaba la entrada al campo de concentración de Auschwitz)

(Aviso del autor: lo que a continuación van a leer es una historia de ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura y simple coincidencia)

Hace varios meses que no trabajo. Me largaron de la última empresa. Ahora soy uno más de los cuatro millones de parados, uno de “ellos”, o mejor, de “Los otros” ¿Se imaginan Lost con cuatro millones de “Los otros”? Ben estaría en su salsa, lo digo porque con tanta gente en una isla daría para varios genocidios. ¿Y el gran Locke?, dirigiéndose a los cuatro millones: It’s our destiny!... ¿Y la nube negra que se zampa gente?, con tantos para cargarse y a la velocidad que va, parecería el metro.

Bueno, que me voy por las ramas. El caso es que hace varios meses que no trabajo y lo que más echo de menos es, sin duda, disimular que trabajaba. Es decir, jugar un solitario en vez de revisar informes, chatear con amigos y churris en vez de rellenar absurdas tablas de Excel, poner la mano sobre la frente (haciendo creer que lees muy concentrado un manual) y echar una siestecita tras la hora larga de comida, pasarme del tiempo marcado para desayunar, llegar tarde por la mañana, salir pronto por la tarde sin que te vea la jefa, robar clips, carpetas, folios, e incluso post-it, que luego no utilizaba, pero es que me gustan los colorines... Les dije que no trabajo desde hace varios meses, ¿verdad?.

También añoro a mis antiguos compañeros de curro: al orejas, a la enana, a la pija, al cabezón, a la freaky, a la seño, a Gárgamel, a Don Pimpón, a la escotes, al bombilla, a Martínez el facha, al viejo, al mofetas, al Monster SA, al tirillas, al cojo, al Bernardo (clavadito al de la tele), al chaquetas, a la pezones... No sé por qué dicen que la oficina es como un jardín de infancia.


Otra de las cosas que echo en falta son las reuniones. Aaah, las reuniones. Uno de los inventos más productivos de la Historia de la Humanidad. Me encantaba porque la reunión tenía unos ordenados puntos a tratar. Nuestra amada y loada jefa los enviaba previamente por correo electrónico. Al llegar al segundo, la conversación se desviaba un tanto. Enseguida empezaba la discusión sobre las mejoras salariales, el porqué ésa tiene mejor horario, el porqué ése tiene mejor mesa, el porqué el otro se ha tomado un día más de vacaciones, el yo creo que la pija ha adelgazado un montón porque lo ha dejado con el novio (que incluso la maltrata, que lo he escuchado mientras hablaba por teléfono con él), el yo creo que el orejas y la escotes están liados (quién lo iba a decir con esas orejas, el cabrón), el yo creo que cada día huele peor en la oficina por “el mofetas”, que hay que decírselo al jefe supremo, que yo no aguanto más, a ver si le largan por favor... Y a lo tonto a lo tonto, pues hacías la mañana. La mayoría de los temas no tratados se quedaban para después de comer. Pero después de comer la jefa se marchaba corriendo. Le habían llamado de casa porque el niño había pillado paperas, vaya por dios, ya tratamos los demás puntos mañana, paperas mediante.


Me encantaba el buen ambiente que se respiraba, salvo por “el mofetas”. Había buen rollo y los problemas se solventaban con bastante diálogo, acuerdos, votaciones, d-e-m-o-c-r-a-c-i-a con todas sus letras, sí señor. Me viene a la mente cuando estábamos en pleno verano, a más de cuarenta grados de temperatura en el despacho, y “la freaky” no nos dejaba encender el aire acondicionado porque sufría de asma. Todos comprendimos su problema de salud, así que tomamos una decisión ecuánime y justa, tras una votación mayoritaria: le hicimos vacío durante varios meses, no le decíamos dónde desayunábamos, no le informábamos de las reuniones, le quitamos la cesta de navidad diciéndole que habían traído de menos, le robábamos caramelos del cajón... como era rara, no le importaba.

Sobre todo admiraba la honestidad y valentía de mis compañeros. Sólo he encontrado algo parecido en la mili, además de la camaradería, de la que ya he hablado antes. Un ejemplo era lo que pensábamos en mi departamento de nuestra jefa. Creo que supimos definirla bien: que si no puede con esto, que si le viene grande, que si no sabe hacer la “o” con un canuto, que a quién se la ha mamado para estar ahí, que si es una inútil, que si no se organiza. Luego, cuando ella nos visitaba en persona, todo eran sonrisas: que qué tal el niño y sus paperas, que qué tal tu marido, que, oyes, que si necesitas ayuda para lo que sea, me llames, que tranquila mujer, que yo me encargo de esto y de lo de más allá, que qué te has puesto hoy que estás guapísima.

Pero si hay algo de lo que me siento verdaderamente orgulloso, es de la unidad que teníamos todos ante la adversidad, de cuando había que alzar el puño porque habían pisoteado nuestros derechos, de cuando había que salir a luchar. Entonces sólo faltaban las barricadas y los botes de humo en los pasillos. Bueno, eso no era necesario porque ya estaba “el mofetas” para ello.

Recuerdo que la empresa que nos tenía contratados por mil euros mensuales desde hacía siete años, había decidido no pagarnos las visitas médicas, ni las bajas laborales, que sois muy pillines y malandrines, que os tomáis muchos días libres por enfermedad, y no estamos aquí para pagar esas cosas, que le das a la gente la mano con tu buena fe, y mira cómo te lo pagan, ya me dirás tú.

Sobre todo me encantaba la transparencia con la que te enterabas de los asuntos de vital importancia, era un fluir de información: que si te has enterado que nos quitan las visitas médicas; que si sabes que además también nos van a quitar los descansos y los desayunos; pues yo he oído que además de las visitas médicas y los descansos, este año no hay vacaciones; pues lo último que sé, según me ha dicho alguien de La Central, muy fiable por cierto, es que además de quitarnos las visitas, los descansos y las vacaciones, vamos a ser nosotros los que paguemos por trabajar.


Gracias a esta información contrastada, planeábamos el plan de ataque de manera unida y conjunta como respuesta a la empresa: que si mandamos un escrito educado pero tajante, eh, poniendo los puntos sobre las íes; déjate, déjate de buenas maneras y educación, que ya está bien, que juegan con el pan de mis hijos; pero si tú estás soltero y vives con tu madre; bueno, bueno, con el pan de tus hijos, quería decir; que no, que no, que solicitamos una reunión y se van a enterar esos cabrones de lo que vale un peine; oyes que si os vais a poner violentos, que conmigo no contéis, que tengo una hipoteca que pagar, además sólo nos van a quitar las visitas, las bajas, los descansos y el sueldo, que os quejáis por ná; pero si contigo no se puede contar nunca; oyes, guapo, a mí no me hables así; te hablo como me sale de los cojones, esquizofrénica; eres un grosero y que sepas que estamos hartos de ti y de tus maneras; seguro, seguro, enajenada; ¡sinverguenza!; bueno, haya paz, yo creo que un escrito va a ser lo mejor...; déjate tú y tus escritos, idiota; oyes no me insultes que yo a ti no te he insultado; ¡anda y que te follen, gilipollas!; ¡te voy a partir la cara, cabrón!

Añoro el trabajo en la oficina, ya se lo he dicho a ustedes un poco más arriba. Ojalá tenga paro para un decenio.



Les dejo con una escena de esa obra maestra absoluta, que decía aquel señor gordito, llamada The office, la primera, la británica, la original... Con David Brent (aaah Rick Gervais, dos globos de oro fueron poco) el jefe más increíble y patético de la historia...que cada uno de ustedes reconozca al suyo.

7 comentarios:

Yago dijo...

Qué quiere que le diga hijo. El éxito de The Office es que representa a la perfección a los personajillos que pululan por los curros.
La serie es una obra maestra, le recuerdo que la mía obra en su poder. Devuélvala!!!
:o)

Gonzalo Visedo dijo...

no se agobie, ya está en mi poder, es que quiero volver a verla

Cayetana Altovoltaje dijo...

Me ha encantado lo de "chatear con amigos y CHURRIS"... en PLURAL, ole tus webos, Casanova! :D :D :D
Yo no echaré de menos mi oficina cuando me vaya a China. Con lo graciosos que son los chinos. Diversión sin fin.

Sergio dijo...

ja,ja,ja buenísimo. Trabajes dónde trabajes te encuentras cosas parecidas. Especialmente en las revoluciones de la gente que nos e ponen de acuerdo y en lo de la sinceridad. Ojalá me echase el cabrón de mi jefe pero ha descubierto que quiero que me eche. Conclusión: me jode y me putea pero me mantiene para que me vaya yo. Sin paro. Y una mierda.

fritus dijo...

El fantabuloso mundo del curro..impagable post, oiga..y casi me atrevería a decir cuales son los fragmentos autobiográficos y los digamos "generalistas"...en cualquier caso, un post divertido y a un tiempo, casi profundo, le diría oiga...y como ponía una pintada anarquista en un polígono industrial de sant Adriá del Besós..."si el trabajo fuera bueno, se lo quedarían los ricos para ellos solos"...pues eso.

Un abrazo

Quino dijo...

Jejeje muy bueno y taaan real!!! Lo que sí que ea verdad es que toda situación que se dé en el currele, el objetivi final es siempre hacerle la vida imposible a tu jefe con la mejor de tus sonrisas. ¡quién dijo que era buscar la rentabilad máxima para el accionista!!!

Ana dijo...

Tiene razón Quino, es muy bueno el post. Podría jurar que escribías sobre mi oficina y, lo mejor, las paperas del hijo de la jefa. LO MEJOR jajajajaaj