viernes, 11 de enero de 2008

Demasiado tarde para ser héroe

Una vez estuve hojeando en la imprescindible Fnac(Ffffenac, para los puristas) un libro de Jesús Palacios, un tipo gordito y siniestro al que uno sólo puede imaginar en ceremonias demoníacas con vírgenes y niños, titulado algo así como “100 películas que llevarse a una isla”. El tal Palacios, a pesar de ese aspecto gótico-perturbado, sin embargo, es alguien tremendamente interesante, erudito y aconsejable cada vez que abre la boca y empieza a hablar de cine. Aun siendo una enciclopedia andante, afirmaba que él no se llevaría a esa isla las películas que salen en todas las listas clásicas de eruditos del cine. Es decir, él nunca elegiría “El acorazado Potemkin”, ni “Ciudadano Kane”, ni “Al final de la escapada”, ni “El ladrón de bicicletas”, ni “Blow Up”, ni otras tantas que salen en toda buena lista cinéfila. Eso no quiere decir que algunas de estas películas sean cojonudas, que lo son y de verdad, aunque otras sigo sin entender sus méritos, aparte de la gilipollez vacua, que tanto abunda.

El caso es que su lista se componía de títulos que él recordaba como joyas que le habían alegrado en algún momento determinado de su vida. Títulos que, dependiendo del foro donde uno se encuentre, cuesta decirlos en voz alta, ya que podría quedar mal (ay, los Goonies). Una de las cosas que intento con el paso de los años es decir las cosas en voz alta, aunque hay gente que piense que es lo normal, que es lo que lo que todo el mundo hace. Pero no, amigos, eso no es lo habitual. Rodeado de cinéfilos-hooligans filosófico-nihilistas, decir que “El club de la lucha” es una puta mierda, es más complejo que soltar un ¡Viva España! en plena plaza del ayuntamiento de Hernani.

En el libro de Palacios había algo que me parecía muy interesante: dividía la lista en géneros, algo que me parece imprescindible si hay que hablar de cine. Los géneros es la base de este maravilloso invento, y no es algo que se le ocurriese a Hollywood, ya viene de atrás, de muy atrás. Pero parece que hablar de géneros revoca el contenido artístico, cuando los mejores artistas vienen de allí, aunque no me voy a poner a mencionar nombres que son obvios. El caso es que Palacios hablaba de películas de acción (éste es un género infravalorado, las tienes que ver en la ilegalidad si tu novia es muy de cine europeo o apañol oscuro casi gris metálico, quicir), del Oeste, de guerra, thrillers, musicales, comedias, terror (qué haríamos sin un buen zombi cabrón), melodrama, animación (las pelis de dibus son un género en sí mismo, de hecho la mejor peli del año pasado es la gran Ratatouille, y el que diga lo contrario puede encontrar clínicas especializadas en Suiza y Lanjarón donde le pueden tratar su problema), y luego ya, si quieren, a varios kilómetros de distancia, pues el cine de autor, o de señor con una idea… o dos.

Volviendo al listado, el gordito neo-gótico mencionaba títulos que se podrían tildar de inusuales y peculiares, es decir, populares; aunque también mostraba un gusto excesivo por los musicales, que algunos están bien, de acuerdo, pero enseguida lo relaciono con los curas y el visionado obligatorio de “Sonrisas y Lágrimas” cada Navidad… estuve a punto de hacerme nazi. Sin embargo, la película que me llamó la atención de su lista, porque era la primera vez que se la oía mencionar a un crítico, era un título de finales de los 60 del género bélico. No es muy conocida y aquí se llamó “Comando en el mar de la China”. Esta película me trae recuerdos de mi infancia (hostias, qué mayor estoy), pero no de un patio de Sevilla, sino de Guardamar del Segura, lugar en el que pasaba unos veranos muy azules y entrañables, donde olvidaba el colegio, a los curas, y por qué no decirlo, al resto de compis del cole (el rata, el mackan, el chinas, el navajas, el cojo, el orejas, el pelopincho, etc). El caso es que la vi en el proyector del padre de uno de la pandilla, que nos ponía pelis de vez en cuando. Esto es lo único bueno que hizo en su vida, porque el resto del tiempo era un hijo de la gran puta de voz cazallera, algo malparido o malparido del todo, que pegaba a sus hijos, a la mujer, y creo que incluso al gato que tenían… Un tipo de otros tiempos, cuando zumbar a dos manos era lo normal de toda la vida, y un machote era todo aquel que ponía los huevos encima de la mesa (¿es por ello que las mesas de antes son más bajitas?), pero no sigamos hablando de mesas.

Volviendo al cine, uno tiende a recordar películas por mil motivos, generalmente porque te hacen evocar cosillas de tu propia vida, o con las que te identificas, o por el lugar donde las has visto. Y estoy de acuerdo, pero también soy de los que piensa que un gran momento en una película, uno sólo, ya es motivo suficiente para recordarla, aunque el resto no valga tanto. Y en aquella peli había una secuencia que se me quedó grabada para siempre. En ella Michael Caine (sublime su personaje) y Cliff Robertson (el tío Ben en Spiderman, un actor mediocre que hizo en esta película una de sus mejores interpretaciones), tras regresar de una misión detrás de las líneas japonesas, tienen que cruzar corriendo en zigzag por un campo abierto que hay antes de llegar al campamento británico del que partieron, mientras los japoneses se apostaban entre la maleza aledaña para hacer tiro al blanco con ellos. Es una secuencia dramática, tras dos horas de gran cine, rodada con sublime sentido del ritmo por Robert Aldrich, y con un inesperado final.

El título original de la cinta era “Too late the hero”, o sea que no se parece en nada al “Comando en el mar de la China”. Supongo que a Robert Aldrich, y al guionista, como otros directores y guionistas de fuera del Imperio, se la deben pelar los cambios que hacen con los títulos en este país los señores que se encargan del marketing y distribución. Pero hay que remitirse al título original (que para eso existen los guionistas, y piensan en lo títulos por algo) para entender la historia, una historia que habla del heroísmo en personas de las que nadie espera nada. Nuestros personajes son dos tipos cínicos que pasan de todo, quizás porque ya lo han visto todo. Michael Caine es un perfecto toca huevos (por los que uno siente una empatía especial) que le hace la vida imposible al oficial al mando del comando (Denholm Elliot). El otro personaje, el de Robertson, es un americano al que le cae el marrón sin haber dicho esta boca es mía, y que lo único que quiere es hacer mutis por el foro. Piensen en sus entrañables curros diarios y en los cabrones de sus jefes. Imaginen que un día se acerca y les suelta: “como sabes japonés y comunicaciones, y eres el típico listo con gafas, pues nada, chaval, te me vas a este islote, ocupado una parte por los británicos y la otra por los japoneses, te adentras en la selva con un comando de soldados ingleses (que están más quemados que Ronaldinho madrugando), llegas a una emisora del enemigo, sueltas un mensajito en japonés, y luego la destruyes. Todo ello sin pagarte las horas extras y por 1000 eurillos al mes, pero no pienses en cobrar la baja médica, que eso quejarse de la malaria y las heridas de machete es cosa de descafeinados, hombre, por favor”.

Ambos personajes, además, se llevan a matar a lo largo de la cinta, pero, finalmente, se dan cuenta de que son los únicos supervivientes del grupo al que acosa un oficial japonés (por primera vez el cine, y sin esperar a que el gran Eastwood llegase con sus lentas pero buenas “cartas desde Iwo Jima”, mostraba a un japonés no como un descerebrado que da berridos, sino a un tipo inteligente que va cazando poco a poco a todos los miembros del comando, y a los que desmoraliza con unos altavoces que cuelga por toda la selva) De hecho, “Too late the hero” tiene mucho de thriller psicológico en una atmósfera asfixiante como es la selva, como esa Nostromo alienígena. El final es épico y a la vez amargo, y nuestros personajes no comen perdices, sino que se reafirman en lo que pensaban… La guerra, señores, es una puta mierda. Y todo ello en una peli de género, sin necesidad de ir de autor, sin necesidad de que el mensaje supere a la historia.

He elegido esta película para empezar este blog onanista y megalómano del mal porque me gustan las historias de héroes, o mejor anti-héroes, que al fin y al cabo son héroes. Los hay de todos los tipos: héroes por accidente, que están en el lugar equivocado en el peor momento posible; héroes perdedores, a los que el destino elige sin que ellos lo pidan; héroes anónimos, gente corriente que da un paso adelante cuando lo fácil es ir por el sentido contrario; héroes cotidianos, todos aquellos que hacen lo que pueden, y eso ya es ser un héroe, que decía el filósofo; héroes tardíos, con los que ya nadie cuenta. Yo siempre he sido un poco tardío, no digamos ya como héroe, y llego tarde a casi todo lo nuevo, como a estos blogs que hoy proliferan por la Red…, qué cosa esto de la tecnología, oiga.

¿Y de qué se va a componer el susodicho blog? Pues de 101 historias, o puede que más, si no me canso, o me cansan. ¿Y por qué 101 historias? No por una cuestión cabalística, sino porque mola el número, ¿a que sí? Simplemente voy a contar historias que me gustan, a mi manera en plan Sinatra, con cierto toque personal. Muchas tendrán como telón de fondo el cine, o una serie de televisión, o la televisión a secas, que para ello curré en ese medio unos cuantos añitos; otras tantas puede que hable de un libro, o de un cómic. La mayoría de las veces simplemente contaré una historia… mejor, 101 historias.

5 comentarios:

Yago dijo...

101 también es el título de un disco en directo de Depeche Mode, muy bueno, por cierto.
Con su verborrea, tendrá para 202, 404 e, incluso 808 historias...
Esperamos mucho de su blog, así que espero que esté a la altura.
Cualquiera postura guay (la gay se la permitimos) será duramente castigada por ser vd.
Enhorabuena y a darle al teclado.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

pues sí, seré el tormento de los guays, y los no guays... seré un tormento. Desconocía la canción de depeche mode, me alegra que me plagien...

Cayetana Altovoltaje dijo...

Todo muy bien, muy bonito, pero como todas las entradas sean así de largas, te va a leer mi becaria. Y la bendita tiene menos paciencia que yo...

Juanjo Ramírez dijo...

Bienvenido a la... ¿blogosfera? Gonzalo!

101 también era el número de la habitación más temida de "1984" de George Orwell. En cuanto leí el título del blog pensé en eso.

Hablando de títulos: ¿Desde cuándo es el guionista el que decide el título? Si una cosa he aprendido durante mi relativamente corta experiencia, es que al final nadie da crédito al guionista y el título lo decide el productor :P

Conmigo puedes hablar en voz alta siempre que quieras, que no me indignaré. (¡y eso que me gusta El club de la lucha!).

Los Goonies... ¡¡Ah, los goonies!!

Tu descripción del libro de Conrad me hace pensar en otra gran peli: "Depredador"!

Anónimo dijo...

te vendrán bien esas laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaargas historias, Cayetana. Un toque épico te bajará el voltaje de trendismo y frikismo... Pero gracie por tu entrañable comentario. Aún así, pondré dibujitos y vídeos, para que no se vuelvan locos... Qué país, coño.

En cuanto a ti, Juanjo, pues no he leido a Orwell, pero me imaginaba que alguno más usaría ese número. Yo lo he pillado porque suena bien, y que no sean 100 historias, que es lo típico y número muuu feo. Pero prometo leer 1984. Lamento que te mole "El club de la lucha", me sé de dos colegas, compañeros de la universidad donde di clase, que me van a fostiar en cuanto me vean, pero ya sabes que siempre tiene que haber un tocahuevos, y como expongo en mi primera historia, me gusta ese tipo de gente.

Aaaaaaaah, los Goonies. Yo creo que el mundo se divide entre los que nos gustan los Goonies y el resto de seres que viven en la oscuridad.

En lo del título, es decisión final del productor, efectivamente, peeeero inicialmente lo piensa el guionista, luego ya viene el típico listo que lo jode todo.

Y efectivamente, Depredador es una joya de los 90, gran cine de acción y ciencia ficción... Una pena lo que hicieron con la franquicia posteriormente, aunque Danny Glover molaba mucho en la segunda.