domingo, 12 de septiembre de 2010

Gente corriente

Hoy me he levantado con el colmillo atravesado. No es que yo sea Mister Simpatía, pero hay días en que la gente me cae especialmente gorda y en la que comprendo los sentimientos de asesinos en serie tipo Lecter o Jason. También me he dado cuenta que llevo tiempo sin escribir por aquí, quizás porque estoy enfangado en un relato enorme que quiero publicar por partes, para aburrir al personal y que luego se quejen y digan que es muy largo. Así que como hoy tengo un día atravesado, y quiero escribir para el blog, y no tengo ideas, voy a hacer algo que me produce especial placer: meterme con la humanidad.

Ayer, en una fiesta de cumpleaños, ya con unas cervezas de más, deseando largarme, aburrido como estaba de decir chorradas absurdas y estériles, en conversaciones absurdas y estériles, hubo un momento en que la cosa se puso un poco interesante, quizás porque aproveché para sacar ese lado oscuro (que uno tiene oculto a lo Hyde), en el que me gusta provocar al contrario palpándole la bolsa escrotal, o lo que comúnmente se conoce como tocar los cojones, vamos. Generalmente la gente rehúye el conflicto, es normal y lógico, estamos acomodados, ya no necesitamos pelear para sobrevivir y lo tenemos todo fácil. Ante todo somos civilizados, políticamente correctos, unas ONUS con patas. Lo civilizado es largar del contrario por la espalda, como Tomahawks preventivos, mientras no nos ensuciemos y quedamos superbién y superguay del Paraguay.

A veces, son muy escasas, hay gresca y te encuentras con la horma de tu zapato, con otro/a que recoge el guante de la provocación, y entonces responde. Algunos lo hacen de manera brillante, otros calentándose, lo que caldea el ambiente. En esas escasas situaciones, los contendientes suelen separarse cuando la cosa llega a extremos, diciendo eso tan manido y políticamente aceptable de “respeto tu opinión, pero no estoy de acuerdo” (¿Y si tu opinión es un coñazo, o una gilipollez, o una mierda, colega?). Pocas veces termina el asunto con violencia física, aunque puede darse el caso, sobre todo si hay alcohol de por medio y el de enfrente tiene una vena poligonera. Así que mi recomendación a los que lleven gafas como yo, y quieran ir provocando por la vida, es quitárselas a tiempo, que el mundo de la Optometría se ha puesto por las nubes. Todo ello salvo que seas de los que golpean primero, algo que no suele ser el caso si eres un gafotudo, y fuíste más bien de los que reciben primero, para lo otro hay que tener mucha calle. Pero como digo, estas situaciones son excepcionales, generalmente todo queda en una gresca dialéctica, más o menos brillante, más o menos caliente, más o menos absurda.

Toda esta cháchara viene a cuento de que ayer saqué el lado provocador en un instante de la noche en el que me aburría. Fue con una chica que en principio no me cayó mal, pero la conversación, por obra de otros, derivó hacia preguntas sobre el mediometraje que estamos a punto de estrenar, y del que he comentado alguna cosa por aquí. Ella me dijo algo que me suelen decir muchos: que es demasiado largo para ser un corto. Yo le respondí que es un mediometraje, porque para eso dura casi media hora, y que todo depende de cómo esté contado: si es un coñazo, entonces la media hora parecerán las cinco horas del “Napoleón” de Gance, una obra indispensable, por otra parte. Ella no entendía bien el concepto mediometraje, e insistía en que había hecho un cortometraje demasiado largo, algo que me suelen decir con frecuencia. Suelo defenderme con un absurdo argumento que evoca nuestra memoria pasada. Siempre hablo de esa obra imperecedera llamada “La cabina”, aquella historia para televisión donde un tipo corriente y moliente se queda encerrado en una cabina. Todos enseguida recuerdan, todos enseguida afirman que era cojonuda, y nadie se acuerda de que era un mediometraje, e incluso película, si uno mira la definición de Wikipedia. El caso es que todo ello nos hizo llegar a otra discusión sobre el cansancio que le provocaban las películas de más de dos horas y que estaba harta de historias tan largas.

Como digo, la chica en cuestión no me cayó mal, pero de pronto soltó ese argumento que ya había escuchado en tantas y tantas ocasiones, un cliché que me sonaba, un Deja Vu dialéctico que ya había vivido, y eso fue la luz roja para buscar la vena, la provocación dialéctica. Argumenté, ya pasado de rosca, que era una pena que ya no se hiciesen películas de cuatro o cinco horas, quizás sólo por el regusto de escuchar a la gente bufar en desaprobación como si fueran búfalos en celo. Le argumenté que ya todo lo queremos trillado, facilón, mascado. Las películas tienen que durar dos horas, o menos, los libros 400 páginas, o menos. Los iPhones, los iPad y el resto de “íes” de la marca de la manzanita, nos lo ponen todo fácil. Curioso mundo éste donde el dedito índice ha cobrado tanto protagonismo, mientras que en el pasado sólo servía para hurgarse la napia en el semáforo o hacer un tacto rectal. Y no digo que estén mal, pero nos pesa el culo para someter a nuestro cerebro a algo más que una pantalla táctil. Básicamente le dije que nos habíamos vuelto una cuadrilla de gilipollas. Ella no estaba de acuerdo, porque si todo el mundo hace lo mismo, eso debe significar que tan malo no es y hay que innovarse. Puede ser, pero si algún día se pone de moda hacernos el tacto rectal en los garitos, espero ser un fugitivo más buscado que Han Solo.

Ya no se escriben libros de 1000 páginas, salvo que seas un loco, y tu editor otro parecido. Por no hablar de películas de más de tres horas, salvo que seas otro pirado, y tu productor un tanto de lo mismo. Todo tiene que ser trillado, convencional, corriente, pero no sólo la ficción, TODO: el trabajo, las hipotecas, las opiniones, las amistades, la familia, los amigos, las vacaciones, los amores, las conversaciones, las casas, los juegos, los principios. Si te sales de la medida (y de la media), si escribes 1000 páginas, si haces una peli de cuatro horas, si mantienes una opinión estrambótica, si nos eres políticamente correcto, si no quieres pareja, familia, hijos, hipoteca, vacaciones, si te sales de la tangente, si polemizas o levantas la voz cuando te pisan la moral, o el callo, eres un freak parecido al de la “Parada de los monstruos”, aquella peli de Todd Browning donde unos pobres enanos de circo eran manipulados por una rubia hija de la gran puta.

Supongo que la chica pensó que tampoco era cuestión de polemizar sobre algo tan banal, quizás pensó que soy un talibán conceptual, algo que suelo escuchar a menudo en boca de gente cercana a mí, quizás porque no merecía la pena discutir sobre ello, el caso es que finalmente concluyó el debate estando de acuerdo conmigo en la estupidez generalizada que nos rodea. Digamos que nunca se convirtió en una pelea dialéctica, sólo fue un intercambio de opiniones para volver a ser corrientes y molientes y empezamos de nuevo a hablar de naderías gilipollescas. Una pena, me volví a aburrir mucho, y al final me acabé marchando.

No sé, quizás los freaks de hoy son las Belén Esteban del mundo, manipuladas por ejecutivos de televisión, rubios o no rubios hijos de la gran puta que, algún día, cuando estén suficientemente forrados, las tirarán al cubo de basura de donde proceden, para buscar algo nuevo que ofrecer a la gente que no quiere complicarse la vida. Quizás en un futuro el dedo índice pasará a la historia, quizás lo táctil sea otra cosa, quizás el tacto rectal se hará con la mente y quizás cagaremos por la oreja, quizás todos estaremos de acuerdo en todo y así no habrá discusiones banales, quizás las películas duren media hora y los libros te los contará una maquina. Quizás sea un mundo feliz. Con seguridad será un mundo lleno de gente corriente.



(No sois vuestro trabajo, no sois vuestra cuenta corriente, no sois el coche que tenéis, no sois el contenido de vuestra cartera, no sois vuestros pantalones. Sois la mierda cantante y danzante del mundo...)

6 comentarios:

Unknown dijo...

En fín, Gonzo, que quieres que te diga. La Gente no tiene ni puta idea (yo tambien estoy misántropo. A fin de cuentas, lo que se nos vende ahora es que "todos somos especiales". Y como dicen en Los Increibles: "Si todo el mundo es especial, entonces nadie lo es".

Anónimo dijo...

Para arreglar los problemas del mundo y/o mejorar las relaciones con el prójimo hay que empezar por arreglar los problemas y las relaciones de uno mismo (consigo mismo) primero...

Gonzalo Visedo dijo...

no tengo intención de arreglar los problemas de mundo...
supongo que todo el que se refugia en una anónimo debe tenr problemas también... aunuqe suenas a cura rancio...

Anónimo dijo...

Invítala al estreno y presenciamos el segundo round. Por cierto, yo creo que más que un corto un poco extenso, es un largometraje venido a menos. Te recuerdo que también tengo gafas, pero acepto un reto al alba, con falcata ibérica en el templo de Abu Simbel durante el solsticio de verano. (tú cara al sol ¿eh?)

fritus dijo...

Toda la razón oiga...

El Quijote es una obra maestra de dos tomazos, y Guerra y Paz, otra obra maestra larga...

Coincido con Don Joaquín en que la gente no tiene ni puta idea...se les ha de hacer caso para esa cosa tan jodida como es la política , básicamente porque para eso está la democracia y para eso mantienen (emos) a los politicos con nuestros impuestos...pero el arte, amigo, es otra cosa. El arte es creación personal del artista, y lo del público con el artista es un lo tomas o lo dejas, uno pone un producto en el mundo y se te gusta, pues que bien...por poner un ejemplo, el tal Stieg Larsson, el señor lo tenga en su gloria- ha legado al mundo un rollazo de tres volumenes a 700 paginas cada uno, y va y a la gente le ha gustado.( y yo confieso que también). Así que si la muchacha en cuestión quiere pontificar sobra la longitud de los metrajes, es cosa suya...pero me da que habla mas de marketing que de arte y que además... se equivoca.

Con respecto a los anónimos, comentarle, (yo que he sufrido unos cuantos en mis carnes blogueras) que son inmundos, bajos, abyectos, y dicen mucho de la escasa catadura moral del mierda que los escribe. Y no porque le lleven a uno la contraria( cosa que es muy sana, por otra parte) sino por el hecho de que son anónimos...si no tienes los cojones de firmar, no vengas a insultar, tío mierda...Aprende de una vez que en la vida, si quieres decirle a alguien lindezas tales como que las dejas en tu mensaje , que hay que ir a cara descubierta...esto,...querido anónimo,... debería de habértelo enseñado tu madre hace tres décadas, pero como por lo visto no lo hizo, pues lo hago yo.

Salud

Pablo Gonzalo dijo...

Hola. Quita mi foto de tu blog, por favor.