miércoles, 24 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad

Se llama Sandra, tiene 20 años, el pelo negro, la mirada despierta y un par de piercings adornan su bello rostro. Vive en un barrio obrero y cada mañana sale en su coche a trabajar a la cabina de peaje donde también trabajaba su padre. Un día, hace meses, los lobos, al olor de la sangre, le acecharon y le abatieron. Desde entonces, Sandra tiene un plan.

Llevo días dándole vueltas a la cabeza buscando inspiración para un cuento de Navidad. Pero nada. Eso demuestra mi poco espíritu navideño. Quizás la mejor historia navideña (Dickens aparte)que oído nunca se la cuenta Harvey Keitel, al final de la inolvidable “Smoke”, al agobiado escritor al que interpreta William Hurt, que busca (como yo ahora) un cuento de Navidad que mandar al periódico que le ha pedido que escriba algo típicamente navideño.

Como dudo que Keitel, o similares, vengan al rescate, he decidido que mi cuento de Navidad lo protagonice una chica sobre la que leí un artículo que cuelga, desde hace dos semanas, en el corcho que hay frente a mi escritorio. En realidad es una historia poco navideña, o quizás me equivoco, y es la más apropiada para estos días llenos de falsos e impostados sentimientos. En este caso, sin embargo, sí existe una generosidad sincera, además de mucha valentía, un bien tan escaso como el petróleo.

La chica en cuestión fue protagonista, a su pesar, de los telediarios de hace meses. Bajo la lluvia, entre rostros serios y atenazados, rodeada de micrófonos a la rapiña, abrió un folio doblado en varias partes, y escrito a mano, y dijo bien alto a quien lo quisiera escuchar, a los corderos y a los lobos de su tierra, a los que callan y a los que otorgan, a los que piensan como ella y a los que no lo hacen: “estoy orgullosa de mi padre y sólo puedo decir a los que le han matado que han sido unos hijos de puta”.

Se llama Sandra Carrasco y tiene un plan desde hace meses, desde que el arrebataron a su padre, un humilde trabajador al que decidieron exterminar por ser un peligroso enemigo del pueblo. Desde entonces, con el recuerdo de él en su memoria, Sandra, decidida, coge el coche y parte hacia el lugar donde los telediarios informan que la sangre, nuevamente, baña las calles de su querida y hermosa tierra.

La última vez que lo llevó a cabo fue hace pocos días, cuando acabaron con un empresario el cual, según ellos (los lobos), iba a terminar con el paisaje de su patria. Antes, ya lo había ejecutado meses atrás, cuando reventaron a un guardia civil que pasaba por allí, según ellos, porque son perros peligrosos, y a los perros peligrosos se les elimina.

El plan de la chica es muy sencillo y lo elabora siempre de la misma manera: mientras la gente permanece en silencio, o gimoteando, con las cabezas gachas, tras las gafas oscuras, ella se acerca decidida hacia los familiares de turno que les toca estar destrozados, les posa una mano en el hombro y les dice siempre las mismas palabras: “Soy la hija de Isaías Carrasco, asesinado por ETA. Te acompaño en el sentimiento”.

Ahora que estamos en Navidad, que no encuentro una historia típicamente navideña, que Harvey Keitel no viene a rescatarme, he decidido, como el humilde tamborilero que se acerca a Belén a tocar lo único que tiene (su viejo tambor), hacer algo parecido. En mi caso sólo puedo ofrecer en honor a Sandra lo único que sé hacer medianamente regular: escribir unas líneas, su historia, mi cuento de Navidad.


(Quería poner a Raphael y su inmortal Tamborilero, pero no hay forma de encontrar algo sin sus excesos de gestos. Por tanto, dejo el tamborilero que canta un coro al final de un episodio de esa otra obra de arte televisiva llamada "The West Wing", donde el gran Toby se hace cargo del cadáver de un mendigo que luchó en la Guerra de Corea... Pues eso, felicidades y esas cosas que se dicen)

3 comentarios:

oliver sotos gonzález dijo...

Pues una putada que no recuerde el cuento de navidad de keitel, pero mira, así ya tengo una nueva peli para volver a ver (la tengo en vhs, así que el tito pando me va a tener que ayudar de nuevo).

Y sobre tu cuento de navidad, qué quieres que te diga, que quitando a Dickens, me quedo con el tuyo.

Un saludo

Yago dijo...

Bonito cuento hijo. A ver si los lobos se extinguen de una puta vez.

Y a ver si continúa con El Ala Oeste... yo ya terminé la última temporada y ahora siento un vacío...

fritus dijo...

Precioso post este Don Yago, y me voy a bajar de la intenné smoke, puesto que no la he visto y me ha hecho venir ganas.
Con respecto a Sandra Carraso, su cara de chica valiente protagonizó un post del mundo frito en su momento, que tenía el expresivo título de "jo no estimo la por"...la admiro y le envidio ese coraje .
Con respecto a los lobos, aunque ya peino canas en las sienes y destellos de luz en la frente, creo que viviré para ver su fin.