lunes, 13 de julio de 2009

Un tipo duro

¿Han conocido alguna vez a un tipo duro? Pero a un tipo duro de verdad. A tough guy, que dicen los gringos. Yo, la verdad sea dicho, creo no haber conocido ninguno. Imagino que para conocer a alguno hay que moverse en ciertos ambientes turbulentos, o visitar zonas de guerra, o lugares donde vivir resulta un milagro. No es mi caso y quizás por ello no conozco ninguno. Sí he conocido a matones y a mucho gallo o gallito de pelea. Eso es fácil encontrar, sobre todo en la noche. Pero un tipo duro de verdad, uno de esos que cada día sale con la Parca de compañera, con una existencia que huele a derrota, con un peculiar código de honor cuyo artículo primero dice antes la muerte que la traición a un amigo. De ese tipo todavía no me topado.

Supongo que entonces estoy hablando de tipos duros de celuloide. Recientemente, o en los últimos tiempos, sí que he tenido contacto con tipos duros que salen cada mañana sin estar muy seguros del todo de regresar por la noche. Estoy hablando de un tipo de rescate de alta montaña de la guardia civil que me ha servido de asesor para la historia que, ¡por fin!, tras tres años de pelea, puede que ruede a final de año. Es una historia de montañeros, de un rescate, de supervivencia, de amistad y de redención. Algo marciano y pretencioso teniendo en cuenta que es una historia de veintitantos minutos. Pero no sé, son las historias que me salen.

De hecho el personaje que lo protagoniza es un montañero curtido, pero lo grande de la ficción es que, aunque siempre trato de dar la mayor veracidad y realismo en mis historias, me permito tomarme pequeñas licencias porque si no, obviamente, no sería ficción. Y para este personaje, irremediablemente, me ha salido algo del tipo duro que uno anhela: la de alguien que lleva sobreviviendo desde pequeño, que huele la derrota, que no se rinde, que intuye la traición, que no se arredra nunca, que cuando vienen mal dadas recurre al humor.

Como decía, esos tipos duros siempre los encontré en el cine, en especial en el cine de gánster y en el western. Los dos géneros épicos por excelencia. Los dos géneros que, de haber vivido en el siglo XX, habrían copado las obras del tal William Shakeaspeare. Poblados ambos de tipos al límite que saben que el final no va a ser precisamente feliz, que su destino está marcado desde el principio, que no tienen estrella ni suerte. Tragedias inmortales que nos muestran en un espejo las miserias del hombre y su lado más oscuro.

Quizás por ello, porque estoy con esta historia donde se requiere ser duro, o porque quiero que el actor que haga el corto tenga unas referencias, o porque tuve un flashazo, o no recuerdo bien por qué, el otro día eché mano de mi colección de películas para rescatar una de las mejores historias que se hizo en los noventa. Se llamó de manera infame por estos lares “Atrapado por su pasado”, pero su título original era “Carlito's way”, y no pudieron hacerle peor promoción los gilipollas del marketing para joder la película, ya que si uno la ve entiende por qué el título original es “A la manera de Carlito”. Y es que Carlito Brigante, interpretado por un inconmensurable Al Pacino (que venía de ganar un Óscar con una película amable hecha a su medida como “Esencia de mujer”, y por el que la Academia se sentía en deuda al no haberle premiado nunca tras interpretar varios puñados de obras maestras), es la historia de un tipo duro de verdad, de los que ya no quedan, de los que conocen los códigos de la calle como si fueran un guía turístico. Es la historia de la redención de un hombre al que su pasado, o mejor sus colegas del pasado, acechan.

Dirigida por Brian de Palma, el director de cine más injustamente tratado de la historia, que con ésta firmó su auténtica obra de arte, porque esta película es lo que es: un clásico contemporáneo. En ella se encuentra, además, la mejor interpretación de siempre del, a veces, excesivamente sobrevalorado Sean Penn, que borda aquí a un abogado corrupto y cocainómano que quiere ser un malote, pasar al otro lado de la línea, ser a wise guy.

Seguramente muchos de ustedes la habrán visto. A algunos les gustaría, a otros no (ciegos hay en todos lados), pero si un día deciden convertirse en tipos duros, no acudan a ningún manual o a entrevistar a jinchos de mierda. Vean esta película, vean la interpretación de Pacino, escuchen sus reflexiones morales escritas por David Koepp (el guionista de "Parque jurásico" o "Spiderman", que hizo el guión basado en un libro escrito por Edwin torres, un antiguo juez de Nueva York) que nos regala algunas frases memorables, así como momentos que les será difícil de olvidar: “Alguien me empuja cerca del suelo. Puedo sentirlo, pero no lo veo. No tengo miedo. Ya pasé por aquí cuando me pegaron un tiro en la calle 104. No me llevéis a ningún hospital, por favor. Esas putas salas de urgencias no salvan a nadie. Algunos hijos de puta te disparan siempre a medianoche, cuando sólo hay un médico chino novato con poco instrumental. Mira a esos capullos corriendo ¿Para qué? No se suponía que mi culo puertorriqueño fuera a vivir tanto. A casi toda mi banda se la cargaron hace tiempo. No te preocupes. Mi corazón no se para nunca...”

Ése es el arranque de esta película que nos cuenta los códigos morales de un tipo duro de verdad, de Carlito Brigante que, tras salir de la trena, lo único que quiere es huir de su pasado, de la violencia que le acompañó, de las calles que le criaron, allá en el Harlem latino de los setenta. Carlito sólo quiere tener el dinero suficiente para empezar de nuevo alquilando coches a turistas en una playa lejana “con una sonrisa de oreja a oreja”, sólo quiere recuperar un amor perdido que le pone los pies en la tierra cuando le dice que su sueño acabará con ella llorando a las tres de la madrugada en una sala de urgencias mientras él se desangra. Ni siquiera el instinto de supervivencia va a servirle a Carlito, que conoce la calle y a los malotes como la palma de su mano, que huele una trampa a kilómetros, que sabe que “pedir un favor es más peligroso que una bala”, que pregona que prefiere morir antes que traicionar a los amigos. Y si todo esto no les parece suficiente, "amigos", pues disfruten entonces con la magistral secuencia final de persecución por el metro de Nueva York, rodada con un ritmo brutal y realista por parte del infravalorado De Palma, que posteriormente inspiró a gente como el propio Michael Mann.

En mis sueños siempre estoy en una taberna tomando unas cervezas con el cínico Bogart de Casablanca, con Pike Bishop y su fronterizo grupo salvaje, con el Wayne que liquidó a Liberty Valance, y por supuesto con Carlito Brigante y su código de honor. Ningún cretino se acercaría a molestar, sabedor de lo que podría pasar. Lamentablemente ya no quedan tipos duros. O puede que jamás hayan existido.