martes, 27 de mayo de 2008

La cabeza de un genio

Es inevitable, debo hablar de ello, debo hablar de él. Por este blog ha pasado la mejor serie de todos los tiempos, Lost, y el gran John Locke, el hombre de fe (ayyyyyy, que esta semana se acaba). Y también he escrito sobre el gran Tony Soprano. Y he mencionado a Aaron Sorkin, probablemente uno de los mejores guionistas de siempre en la tele, y su Ala Oeste de la Casa blanca. Y algún día hablaré de otra gran serie llamada Battlestar Galactica: sí, basada en aquella serie tan hortera de los ochenta, con Starbuk y sus cortes de pelos imposibles; sí, pero que ahora es probablemente una de las mejores metáforas sobre la situación mundial que vivimos y contada con un realismo increíble, teniendo en cuenta que su género es la ciencia ficción (recomendable el episodio de la primera temporada que trata de la tortura de un Cylon). Pero hoy debo hablar de otro de mis héroes de ficción favoritos, de una serie que, probablemente por su estructura, no llama la atención, y sí lo hace por el carácter iconoclasta de su protagonista. Sí, señores, hablo de House (genial interpretación de Hugh Laurie, un tipo que toca la guitarra, el piano, escribe, conduce motos, en fin...), el cabronazo más grande de la tele, el drogata misántropo e insoportable, pero con un don propio de privilegiados, vamos, un tipo genial.

Y tengo que hablar de él, o mejor de la serie, porque el otro día se emitió en USA el final de la cuarta temporada, mermada de episodios, al igual que otras series, por la huelga de guionistas. Como otras veces, el capítulo fue doble, y debo decir que es una genialidad igualable al final de la primera temporada, con aquel episodio titulado “Tres historias”, donde descubríamos por qué House cojea (un recurso narrativo facilón para definir a un personaje, pero que en este caso encaja a la perfección), y que fue elegido por algunos expertos como uno de mejores episodios de televisión de todos los tiempos, de hecho se llevó un Globo de oro al guión. Si hay justicia divina, que no, pero bueno yo la exijo porque soy así de chulo, tendrán que darle de nuevo un premio al guión de este episodio doble, cuya primera parte roza lo sublime.

Y es que, como sabrán los que sigan esta serie, la estructura dramática es bastante sencilla: cada historia empieza con un enfermo que tiene algo muy raro, House y su equipo (emulando a Holmes y Watson, que es una de las inspiraciones de esta serie; la otra son unos artículos del New York Times sobre enfermedades raras) investigan y husmean para encontrar la causa, House reparte leña a diestro y siniestro, el enfermo está a punto de palmarla en el último tercio del episodio, y en un giro de guión le viene la inspiración al gruñón incorregible, cual Da Vinci galeno, y salva al enfermo. Todo se salpica con alguna sub-trama personal, generalmente con Wilson, el amiguete, o Cuddy, la directora del hospital, como protagonistas.

Pues bien, en esta “finale”, el capítulo arranca con House en un local de striptease: sangrando, borracho, y sin recordar por qué llego hasta allí. Sólo sabe que alguien va a morir pero no recuerda quién. Y House sabe que va a morir alguien porque tiene flashes en los que recuerda haber visto a esa persona con un síntoma mortal. Y entonces el médico sale del local y se encuentra con el caos de un autobús volcado en plena calle, y heridos en la acera, y ambulancias que llegan. Y es que se ha producido un accidente y House iba en ese autobús. ¿Por qué? Pues la respuesta a esa pregunta se puede encontrar en este episodio doble y garantizo, palabrita de guionista, que les va a dejar con la boca abierta como a mí. ¿Por qué? Pues porque al igual que con “Tres historias”, el episodio empieza con bastante humor y grandes dosis del cinismo que caracteriza a este cabrón genial, pero a medida que avanza la historia, aumenta el dramatismo, llegando a algún momento ciertamente emocionante. Además, los giros del guión son imprevisibles, como en aquel caso de “Tres historias”, y es un episodio que juega con temáticas tan atractivas y cinematográficas como los recuerdos, la hipnosis, las fantasías, los sueños. Temas que muy pocos saben abordar bien desde un punto de vista dramático.

Todo el episodio vale la pena, pero hay dos secuencias (una de humor y otra dramática) digna del mejor cine de siempre. La primera es un striptease, amigos, y si son listos se imaginan de quien y en las fantasías de quien. El otro es la secuencia del accidente: genial, dramática, hiperrealista y emotiva.

Pues nada más, David Shore y los suyos lo han vuelto hacer, y, además, el título del episodio le viene como anillo al dedo: “House’s head”... Y es que las cabezas de los genios, son indescifrables.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

House es increíble, uno de los personajes más geniales en su creación, pero, que por lo que he leído por ahí, tiene secuestrado (y bastante jodido) al actor, (qué gracia hace ahora verlo en otras pelis de antes). Tengo la impresión de que tiene tanta fuerza que fagocita y tiene que crearle auténticos problemas...
Ahora bien, la serie es fantástica...
(Estaba convencida de que ibas a hablar de Pollack, pero me alegra comprobar que no sucumbes a las necrológicas)
Muchos besos.

fritus dijo...

Ay...servidor, que en principio tiene bastante prevención contra las series de médicos y de abogados (por hiocondríaco y porque me toca los huevos que me hablen de trabajo en las horas de solaz televisivo) se confiesa un rendido admirador del Dr. malaleche.... No fue un amor a primera vista...llegué a ella , superando mi prevención inicial, porqeu mi mujer es una rendida admiradora de la serie desde sus inicios.

Pero bueno, Gonzo..acabo de hacer una cosa que espero no le moleste, básicamente porque ya está hecha...el post de hoy está dedicada a esta su bitácora. Con mis mejores deseos...espero que no se le llene esto de indeseables, creo que no, no tengo tanto poder de convocatoria.

Un abrazo.

Cayetana Altovoltaje dijo...

El estriptís de Cuddy es brutal, me encanta la dinámica de miraditas que hay entre ellos dos. A mí me gustan todas las series usacas, me las trago todas, mi favorita fue A dos metros bajo tierra, pero la 4ª temporada de Lost me ha parecido fabulosa.