Se llama Trini y tiene 101 años. El mismo número que mis 101 historias, sólo que sus años tienen más dignidad que mis historias. Dice con sorna que ni ella misma se lo cree, es decir, que no alcanza a comprender haber alcanzado el siglo y un año de vida. Vive sola, como muchos otros ancianos, en un cuarto piso sin ascensor que no es obstáculo para ella, ya que los sube con paciencia y tino, ayudándose de su bastón, sin prisa, por qué iba a tenerla. Sólo se lamenta de tener “un ojo malito”, por el que no puede ver nada, pero presume de no tomar una sola píldora. Su hijo y sus nietos viven en Londres. Su único objetivo y anhelo es no morirse todavía, ir a esa ciudad y poder conocer a sus biznietos. Y leo en el periódico ABC, en la sección de Madrid, la historia de Trini, y cuenta que el mejor momento de la semana para ella es cuando recibe la visita de Lolita, la auxiliar de ayuda a domicilio que pone el Ayuntamiento de Madrid, y que acude a casa de la anciana tres días a la semana para asistirla durante dos horas. Y entonces Trini aprovecha para desahogarse con ella y charlar. Luego la acompaña al centro donde hace fisioterapia y manualidades. Y el regalo que hace más feliz a Trini es que la inviten a un café con churros para merendar.
Y pienso en Trini, la única superviviente de doce hermanos, y pienso en otros ancianos con los que me cruzo por la calle, y que siempre me hacen volver la cabeza, mientras son ignorados por el resto del mundo, inconscientes ellos de las gestas que se viven todos los días en la calle, donde esos mismos ancianos avanzan en una épica lucha, metro a metro, por terminar de recorrer una pequeña distancia, por llegar a una esquina, a un portal, a una parada de autobús... esos héroes encorvados. Y me sale el alma de cuentista y no puedo evitar fantasear con que Trini, cuando tiene esas charlas vespertinas con Lolita, puede decir aquello de “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Hundirse un barco gigante que desafió a Dios y a la naturaleza. He visto a hermanos luchar entre sí en una guerra cruenta y salvaje. He visto el odio de frente, capaz de exterminar a todo un pueblo. He visto muros levantarse y los he visto caer. He visto al hombre surcar los cielos y llegar a la luna. He visto a un genio pintar la barbarie, y a otros como él crear imágenes que se mueven y te muestran la vida. He visto caer a crueles dictadores y a gente llorar de alegría. He visto caer unas torres y guerras que nunca acaban, pero también he visto a mis nietos hablar por una pantalla pequeña... Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia".
Ya saben, si un día se cruzan con una anciana de 101 años por la calle, si la reconocen y la ven avanzando con su bastón lentamente, no duden en invitarla a un café con churros... le harán feliz y tendrá mucho que contarles.
Y pienso en Trini, la única superviviente de doce hermanos, y pienso en otros ancianos con los que me cruzo por la calle, y que siempre me hacen volver la cabeza, mientras son ignorados por el resto del mundo, inconscientes ellos de las gestas que se viven todos los días en la calle, donde esos mismos ancianos avanzan en una épica lucha, metro a metro, por terminar de recorrer una pequeña distancia, por llegar a una esquina, a un portal, a una parada de autobús... esos héroes encorvados. Y me sale el alma de cuentista y no puedo evitar fantasear con que Trini, cuando tiene esas charlas vespertinas con Lolita, puede decir aquello de “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Hundirse un barco gigante que desafió a Dios y a la naturaleza. He visto a hermanos luchar entre sí en una guerra cruenta y salvaje. He visto el odio de frente, capaz de exterminar a todo un pueblo. He visto muros levantarse y los he visto caer. He visto al hombre surcar los cielos y llegar a la luna. He visto a un genio pintar la barbarie, y a otros como él crear imágenes que se mueven y te muestran la vida. He visto caer a crueles dictadores y a gente llorar de alegría. He visto caer unas torres y guerras que nunca acaban, pero también he visto a mis nietos hablar por una pantalla pequeña... Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia".
Ya saben, si un día se cruzan con una anciana de 101 años por la calle, si la reconocen y la ven avanzando con su bastón lentamente, no duden en invitarla a un café con churros... le harán feliz y tendrá mucho que contarles.
(Creo que Morricone y su "Deborah's theme" de "Once upon a
time in America" es lo más adecuado para esta historia)